5 de abril de 2013

Todas las cosas ya se han dicho, pero...


En uno de mis tantos recorridos por las páginas Web encontré la transcripción de una entrevista a Julio Cortázar en el programa radial español Esbozos(1980), conducida por Adelaida Blázquez.
Es un larguísimo y muy valioso reportaje. Las preguntas inteligentes dejaron espacio a las siempre lúcidas respuestas de Cortázar. 
Transcribo solamente tres fragmentos, quizás en otra oportunidad agregue otros. Me concentro especialmente en las respuestas de Cortázar sobre  el concepto de nacionalidad y pertenencia y también en aquella en la que nos da una buena razón para  seguir escribiendo.

MartaArabia


 A.B. Parece muy frívolo pensar, como lo ha sugerido un crítico en un artículo reciente de Le Monde, que ser argentino no significa gran cosa para Julio Cortázar.




JC: La conexión de un hombre con su nacionalidad no me parece dada por el hecho que finalmente es un hecho fatal y biológico de haber nacido en la Argentina, de padres argentinos, o haber nacido en Liverpool de padres ingleses. Dicho esto, creo tener el derecho de agregar que siempre me he sentido y me siento profundamente feliz y orgulloso de ser argentino, pero no por una razón muy especial, no porque crea que ser argentino, como lo piensan tantos argentinos, supone ser mejor que los chilenos, mejor que los bolivianos, no; e incluso me ha valido polémicas y enemistades, el hecho de que con mucha frecuencia en declaraciones públicas o artículos, yo insisto en que sintiéndome profundamente argentino, me siento más profundamente todavía, latinoamericano. Fíjate que es una experiencia de los últimos 10 años ó 15 años, cuando empecé a viajar por América Latina, cuando conocí sucesivamente países como Cuba, como México, como Venezuela, como Perú, y descubrí que en todos ellos estaba en mi casa, con todo lo que tiene de negativa la frase, porque en la casa de uno... uno no siempre encuentra las cosas bien. En la casa está la familia, y ya sabemos lo que son las familias. Pero está también el aspecto positivo, está esa cosa hermosa que tiene América Latina, que es compartir una lengua, que a pesar de las diferencias insignificantes te hace verdaderamente sentirte en tu casa, estés en Perú, en Bolivia o, en tu casa de Buenos Aires. Entonces mi argentinidad no sólo la reivindico, sino que quisiera terminar esta frase con una prueba muy simple. Yo llevo 28 años en Francia, creo que conozco bien el francés y sin embargo, hasta que me muera, seguiré escribiendo en español y más que en español, en argentino.

A.B.  Uno de los principales exégetas de Rayuela, Carlos Fuentes, dice que este libro agota todas las formulaciones posibles de un libro imposible, y por otra parte alude a la sustitución en el mismo de la famosa frase de Beufon: “El hombre es un animal que sabe que va a morir”, por la de “el hombre no es, pero quiere ser, siendo este querer ser, la verdadera meta de su búsqueda". Lo gracioso a este propósito es la frase sibilina que el autor de Rayuela pone en boca de uno de sus protagonistas: “París es el modelo original del ser”.

JC: Es posible que yo lo haya escrito, pero... como he pasado ya, los 60 años de edad, empiezo a tener fallas de memoria, y la verdad es que no recuerdo en absoluto haber escrito eso. Mi relación con París, bueno, está mal auto-citarse, pero yo debería remitir a quienes oyen esto a un libro como Rayuela y a muchos cuentos. Es decir, es un contacto de raíz profundamente mágica, de raíz poética, que hizo que yo viera en París una ciudad de elección, una ciudad en la que sin renunciar a la ciudad de toda mi vida anterior que es Buenos Aires, y que es una ciudad igualmente mágica, me dio, sin embargo, una especie de reverso de la medalla, me dio todo un mundo que no es concebible en la Argentina y en Buenos Aires. Mi conexión con París fue, y eso se nota también en mucho de lo que he escrito, por un lado una vinculación poética y por el otro, una vinculación metafísica, y en ese sentido sí, hay un cierto desc. De esencias que yo hice aquí y que no había hecho en ningún otro lado. Finalmente mi relación con París, yo creo que ha sido siempre una relación erótica... Yo creo que París es la mujer de mi vida.

A.B. [...] la característica de un escritor auténtico es que se pasa la vida escribiendo el mismo libro, y no sólo su propio mismo libro, sino ese libro que se repite de un escritor a otro, de un idioma a otro, desde el principio de los tiempos.

JC: Este tema, este punto de vista me hace pensar bastante en algunas ideas de Jorge Luis Borges, algunas cosas que él ha escrito y ha dicho van por ese lado... la noción de que todo se vuelve a decir, [...] y te diría, ya que nos pusimos en un plan de citas, hoy me funciona bien la memoria, que hay una frase de A. Gide: “Toute choses ont fait dit déjà, mais comme personne n’écoute, il faut toujours recommencer”

( Todas las cosas ya se han dicho, pero como nadie las escucha, siempre es necesario recomenzar.)
Lo cual justifica que algunos sigamos escribiendo el mismo libro.


Augusto Monterroso nos cuenta sus experiencias con la escolaridad.




Augusto Monterroso nació en Tegucigalpa, capital de Honduras en 1921, su residencia habitual fue en Mèxico, país al que se trasladó por motivos políticos. Murió el 7 de febrero del 2003.


 En este fragmento del libro Los buscadores de oro Monterroso describe sus más remotos recuerdos escolares con la misma sencillez en el discurso que lo haría un niño.
(...) La escuela nunca me gustó y siempre la rechacé. Mis escasas experiencias vitales me habían hecho demasiado tímido como para enfrentar día a día sin angustia los problemas que cada mañana traía consigo, ya fuera en los salones de clase como en los recreos. La aritmética,la geografía, la botánica presentaban todos los días dificultades que había que vencer por orgullo o por vergüenza, pero nunca por placer o con gusto; las multiplicaciones de quebrados (las divisiones de quebrados pasaron muy pronto a ser algo absolutamente fuera de este mundo); el dibujo de un mapa de centroamérica con el trazado de sus sinuosas líneas divisorias, que por supuesto en mi cartulina no coincidían nunca, ni de manera remota, con las del reluciente original colgado en la pared que nos servía de modelo; o el de las montañas, los lagos y los ríos que había que colorear con crayones verdes o azules; distinguir una planta fanerógama de una criptógama y hacer las descripciones de las flores con sus corolas, estambres y pistilos; en fin, todo lo que hubiera que aprender por fuerza, constituía un cúmulo de signos amenazadores que se revolvían en mi mente cuando me dirigía a la escuela.(...) sin mucho esfuerzo saco también del almacén de mi memoria otros momentos de suplicio que solo variaban de forma o de lugar: una clase de agricultura práctica, e la que había que trabajar en arriates con toda suerte de instrumentos: azadones,almádenas, rastrillos, palas, barras, bieldos, alicates, martillos...(...) regar con regadera de mano una tierra removida con azadón por uno mismo, en la que se veía retorcerse desesperados a los gusano y a las lombrices y de la que se salía con los zapatos cubiertos de lodo (eso estaba bien); los coscorrones del profesor por hacer todo esto mal y a regañadientes; el sol riguroso cayendo directamente sobre la cabeza descubierta en los calurosos días de verano...(...) como compensación de los dolores descritos antes se hallaban las clases de música...
Fuente: Los buscadores de oro. 1993-Augusto Monterroso. Alfaguara Literaturas. Cap.XI-XII


4 de abril de 2013

"Afuera los colores y el miedo". Relato breve



                                                                                               
    La noche en que salió en libertad, después de haber pasado veinticinco años en la cárcel, Marcos estaba más asustado que en el momento de su condena a prisión perpetua.  
El viaje en autobús por la moderna autopista le resulta una experiencia paralizante, cientos de vehículos, como hormigas llevando una carga invisible, aparecen y se pierden a una velocidad de vértigo. Aún cuando él confiaba en salir de la prisión desde el mismo día que entró en ella, ahora que está afuera, se sabe solo y tiene miedo. Son las 12 de la noche, el bus devora los kilómetros que lo separan de su nuevo destino, la casa de su hermana Alicia. Sentado a su lado un desconocido duerme tranquilamente. Un escalofrío recorre todo su cuerpo. Igual que aquella noche cuando se encontró en la calle y con un martillo ensangrentado en la mano izquierda, aunque él no es zurdo.
    Para vencer el miedo que lo domina trata de recordar el momento en que se enteró de que le habían otorgado la libertad. El director del penal le dijo que retirara ropa, que se bañara y se vistiera. En el guardarropa enumera y califica: un pantalón marrón usado y con demasiadas arrugas; camisa celeste nueva y bastante bien planchada; suéter verde de lana algo áspera; saco beige… bufanda roja de tela; zapatos negros... un par de medias marrones y algo de ropa interior blanca por suerte nueva y limpia. Siempre le había gustado enumerar, le venía de su madre. Cada mañana antes de salir para el colegio ella le hacía enumerar los útiles de la mochila.
Cuando estuvo vestido murmuró: - afuera los colores y el aspecto son importantes... aquí tantos años todo igual de gris.  Se sorprendió a sí mismo, en realidad nunca había pensado demasiado en nada y menos en eso de la importancia de los colores.
   Se acomoda una vez más en la butaca del autobús, la ropa es cómoda y le queda bien a pesar de estar tan delgado, en los últimos años sólo se vistió más o menos así, tres o cuatro veces para estar presente en el juicio en el  que a pesar de todo finalmente lo condenaron.
  Recuerda que esta tarde firmó un papel que no leyó... que lo hicieron esperar no sabe cuánto pero que le parecieron horas, hasta que escuchó la voz del guardia diciéndole que se apurara... que tenía que salir o perdería el bus... que debía irse... que era otra vez un hombre libre. De eso solo estuvo seguro cuando se vió en la puerta del penal con el pequeño bolso, regalo de su hermana el día que cumplió setenta años, hace apenas dos meses.
   Parece que ella sabía que yo saldría pronto- pensó.-
   En el bolso una afeitadora, crema y cepillo para dientes; tres pañuelos blancos, que en realidad no necesitaría porque nunca se resfriaba, -pero el tres es un buen número-. Un par de zapatillas negras, regalo de su compañero de celda; tres pares de medias también negras, -otra vez el tres-, algo de ropa interior y punto. En el bolsillo del saco unos billetes, producto de su trabajo como carpintero en la cárcel. Su capital para iniciar una vida.
   Veinticinco años antes, llevaba una valija repleta de cosas, algunas las fue regalando, otras se las fueron quitando poco a poco, aunque por algunas tuvo que pelear, aunque nunca había sido violento y eso de pelear no le gustaba, pero adentro había que templarse, hacerse de una coraza que permitiera vivir. Nunca comprendió por qué lo llamaban “el loco del martillo”. Todos esos años adentro había vivido convencido de que algún día estaría nuevamente afuera, no tenía demasiado claro el porqué de su condena.
   Siempre supo que a él no le iba a pasar lo que a aquel muchacho que se fue dejando estar, que buscó de cualquier modo olvidar y que apenas sobrevivió unos pocos meses.
  -Tal vez fuera culpable-  Triste final.-
  ¡No, de ninguna manera! Cada mañana se repetía que a él eso no le iba a pasar.
Y no le pasó y aquí está.   Pero ahora, afuera quien sabe, aunque él le va a poner el pecho a la vida.
En un impulso incontrolable apretó con fuerza la bufanda roja con la mano izquierda y continuó el viaje perdidos los ojos en la negrura de la ventanilla del bus.

 MartaArabia





El uso de la coma


En el suplemento "Cultura" del diario Perfil (18-03-2012) encuentro un imperdible artículo escrito por Guillermo Piro titulado " Teoría y práctica de la coma". Me gustaría compartir con los seguidores de me gusta que me cuenten... algunos párrafos y hacer algunos comentarios..

Me fascinan los libros extensos sobre temas pequeños.Henry Petroski, un ingeniero civil estadounidense profesor en la Duke University en Durham, North Carolina, dedicó varios libros a la historia del lápiz, de la vajilla de plata y -maravilla de maravillas- del clip. En julio de 1849, Walter Hunt concibió lo que se considera la única verdadera invención absolutamente humana: el alfiler de gancho. De hecho, al parecer, todos los demás artilugios son, de un modo u otro, copia o reinvención de un elemento preexsistente en la naturaleza. Y sin embargo no sé de nadie a quien se le haya  ocurrido escribir la historia del alfiler de gancho. Conozco en cambio una fascinante historia del destornillador- y por lo tanto del tornillo-:  La mejor  herramienta del milenio, de Witold Rybczynski. Pero en lo relativo a cosas pequeñas, mi preferido es El uso de la coma, de Néstor Amílcar  Cipriano.(...) Ahora cuando llegué a él, por otras vías, me doy cuenta  de que debería ser de lectura obligatoria.(...) me refiero a lectura obligatoria para escritores en general y periodistas en particular, que creen que la coma, sirve para reproducir la entonación del lenguaje oral. (...)contribuir a la diferenciación clara entre la coma prescindible y la coma incorrecta...el libro las diferencia pero ése no es su único mérito: está tan bien escrito...(...)´existe un vocablo con presencia y un vocablo con ausencia significativa´ (...) su presencia indica una pausa. Pero esta pausa no es vacía, o como dice Cipriano ¨invadida por el callar, penetrada por el mutismo¨(...) Los últimos que sabían usar la coma fueron Jorge Luis Borges y Guillermo Cabrera Infante. Aunque este último a diferencia del primero, hizo un aporte significativo a la literatura, regalándonos algo que todavía no usamos, pero que en un futuro cercano, sin duda, tendrá su momento: las comas suspensivas(,,,).

No conozco a Guillermo Piro, pero me parece muy interesante el estilo elíptico del comentario. A diario escuchamos a periodistas que ubican las pausas en cualquier segmento de la oración haciendo que los escuchantes tengamos verdadera dificultad en comprender el sentido de lo que se intenta decir, en realidad, lo más preocupante es que en muchos casos no existe tal sentido.
También en la palabra escrita, ya sea en libros, diarios y/o revistas,  muchas veces la falta de claridad en las ideas se intenta solucionar con el abusivo uso de la coma.
Me gusta la coma, me permite hacer en la escritura, esos maravillosos silencios cargados de sentido y también me gustan los puntos suspensivos, aunque creo que a veces los uso en exceso, pero desde hoy quedo sumamente preocupada por la teoría de la utilización de las ¡comas suspensivas!
Finalmente quiero decir que la primera parte de la nota me recuerda algunos pequeños temas tomados por Julio Cortázar con la seriedad de las grandes teorías: Intrucciones-ejemplo sobre la forma de tener miedo; Instrucciones para dar cuerda al reloj; Instrucciones para matar hormigas, entre otros.

MartaRosaArabia

Recuerdos-



 Otra vez un rayo de luz le pega en la cara. Se ha quedado dormido leyendo una novela de Griselda Gambaro, pero esta vez,  salta de la cama. Su amigo Pablo lo espera en el Tortoni. Ya son las 9.
Luis se afeita… se ducha sin cantar… se viste y cuando se da cuenta el ascensor se detiene en la planta baja. Solo han transcurrido 16 minutos. Hace muchísimo calor, toma un colectivo hasta Primera Junta y allí se deja tragar por la multitud que baja por la escalera del subte que lo llevará hasta la Avenida de Mayo.
Los destartalados coches del subte son los mismos que lo llevaban al colegio primario,  y exhalan al andar el perfume y  la misma música crujiente de sus maderas. Entonces, Luis recuerda la primera vez que viajó solo, a los nueve años, desde la casa de sus amigos hasta la estación Pasco donde lo esperaban su mamá y su hermana. ¡La primera gran hazaña de su vida!
Se sienta y mira a la gente que lo rodea, es el coche del conductor y dos niños viajan sentados frente a la gran ventana mirando cómo la formación va devorando las vías y se vé, son él y su hermana ubicados en ese lugar privilegiado sintiendo lo mismo que estos pequeños del siglo XXI…”

Fragmento del capítulo 10 de la novela “Don Luis”. Por Diego Tillous (tallerista de Palabra Viva)

Maestro de la ironía y el engaño




 Cuando llegué a Scala Coeli,  hermoso pueblo de Calabria, en misión periodística, todos los caminos de la información conducían a Guido,  una especie de leyenda viviente, cuya fama había trascendido las fronteras del pueblo.
 Todos aquellos a quienes consulté sobre el tema motivo de mi viaje, y que hoy ya no recuerdo, estaban seguros de que a pesar de su juventud, él era la única persona que podía ayudarme. Aunque la mayoría insistía en que  era más que difícil encontrarlo y casi imposible  hablar con él; que era hombre rudo, solitario y de pocas palabras; que no le gustaban los extranjeros, como a la mayoría de la gente del pueblo, pero que casi ninguno admitía.
Todo esto solo servía para alimentar mi fantasía y aumentar mis deseos de conocerlo.
En principio, recorrí los lugares comunes de un pueblo, donde se supone que es posible encontrar a un hombre. No tuve éxito alguno, por otra parte absolutamente nadie quería darme  información precisa sobre su domicilio.
Que vive en la montaña… que no le gusta recibir en su casa…y algunos más concisos decían que dar su dirección era un enorme riesgo.
Así pasaron varios días hasta que una mañana, alguien dejó una esquela en el hotel donde  me hospedaba diciendo que Guido me  vería esa tarde, a las siete, en el único bar del pueblo.
Con la última campanada del reloj de la iglesia, lo vi. Cruzaba la plaza, no tuve la menor duda, era él.
Se acercó, me extendió una inesperada y suave mano y sin más trámite se instaló en la silla que estaba frente a mí. Su actitud daba a entender que no iba a quedarse allí por el resto del día y que me estaba concediendo un gran honor con su presencia.
Hoy, varios meses después, aún está vigente lo que escribí en mi cuaderno de notas cuando regresé al hotel aquella tarde:
Lo primero que impresiona en él es su corpulencia Lo segundo es su aspecto juvenil…sin referencia a edad alguna. Tiene unos intensos ojos negros, una sonrisa pequeña, largas y brillantes patillas, y unos bigotes prolijamente recortados.  Tanto por su físico como por su modo de presentarse no se comprende por qué es tan difícil encontrarlo, porqué se dice que es rudo e insociable, en realidad parece un dandy.
         Clavó en mí una dura mirada y sentí que estaba cortándome en mil pedazos, sin embargo, de manera sorpresiva sonrió y  ahorrándome toda posible participación  dijo:
 -Usted es la periodista que quiere saber sobre mi gente. Bien, voy a contarle una historia.
-Hace más de sesenta años, un domingo a la tarde, María y Cayetano, mis abuelos,  decidieron  viajar desde la ciudad donde vivían hasta un pueblo vecino con el fin de visitar a algunos parientes. Como siempre, acompañados por Elisa y Rita, hermanas del abuelo.
Cuando el tren se detuvo en la estación donde debían bajarse, vieron una guardia armada, justo frente al coche en el que viajaban.  Cayetano, temblando y mostrando un miedo irracional  rogó a su mujer a sus hermanas que permanecieran en el coche, quietas y en silencio, dándoles el ejemplo.
 Unos segundos más tarde, Elisa que no pudo contenerse más, se asomó por la ventanilla a tiempo para ver como los soldados, ya la altura de la locomotora, dejaron el andén y tomaron el camino hacia el pueblo. 
En ese momento el jefe de estación llegó arrastrando el banderín por el suelo, mirándose los zapatos, de pronto se irguió, levantó el banderín verde al tiempo que con el silbato indicaba la inmediata partida del tren, produciendo un gran alivio a mi abuelo y a las mujeres que lo acompañaban, que sin saber por qué permanecían silenciosas en sus asientos. Nunca habían visto tan asustado a Cayetano pero ninguna de ellas se atrevió a preguntarle la razón de su miedo.     
-La parada siguiente era en  este pueblo, - continuó animado Guido- La familia bajó del tren apresuradamente y todos juntos se dirigieron al primer piso donde estaba la venta de pasajes.
Mi abuelo, pálido, trataba de explicarle al vendedor que se habían equivocado de estación, que debían haberse bajado en la parada anterior y otras excusas apenas audibles, mientras a su lado María asentía con gestos de cabeza y tratando de contener el aliento.
 El empleado indiferente,  le dijo  que no se preocupara, que sólo era un pequeño equívoco sin importancia y  que podrían tomar el siguiente tren que partiría hacia Roma dos horas más tarde.
Guido hizo una pausa efectista, como midiendo el tamaño de mi inocencia o de mi estupidez.  Sonriendo miró de reojo a nuestro alrededor, como buscando la complicidad de alguien y continuó con voz firme
-La  tía Elisa, aún hoy recuerda aquellos momentos y los describe más o menos así:
"Cayetano pestañeó, palideció todavía más y, por un instante, pensé que iba a tener uno de esos ataques de rabia que habían sido la pesadilla de mi infancia. Pero se limitó a decirme secamente:  
         -No veo razón alguna para que me mires de ese modo. O es la primera vez que me ves tratando de no parecer ridículo.
Salimos desternillándonos de risa: ¡un pequeño equívoco sin importancia! Y abajo, todos seguimos riéndonos del aire furibundo de Cayetano”, agregaba Elisa, sin disimular una sonrisa.
En fin - dijo Guido tocándose el bigote y en tono cortante como si ya no tuviera más paciencia para continuar con el relato - las dos horas que permanecieron en el pueblo fueron suficientes para que disidieran quedarse aquí para siempre.
         Y sin más explicaciones,  empujó con rudeza  su silla hacia atrás, se levantó y haciéndome y un gesto de adiós con la mano, me dejó sola.
         Ese abrupto final, la mirada que me dirigió Guido antes de irse, las sonrisas de la gente que nos rodeaba, todo eso me sorprendió  y  tuve un presentimiento: toda la historia podía ser una farsa. Probablemente ese hombre  era un maestro de la ironía, del engaño o  quizás un loco que contaba con el apoyo de la gente del pueblo.
Terminé el ya helado café y regresé al hotel.  Después de varias horas aún seguía preguntándome cuál había sido la razón de mi viaje, lo había olvidado completamente frente a la experiencia de haber escuchado una inverosímil historia de boca de un extraño personaje.
Todavía hoy, varios años después tengo preguntas sin respuesta: ¿Quién es verdaderamente Guido? ¿El y todo el pueblo se burlaron de mí?
Lo sucedido me pareció tan irreal, que aquella tarde me hice el firme propósito de no escribirlo nunca, por temor a que nadie me creyera
Pero como notarán, no he podido cumplirlo.
 MartaArabia

Solamente mujeres


Ada Morales, Laura Melman, Norma y Gladys Cabezas...
Se podrían agregar cientos de nombres de mujeres que frente a situaciones extremas, no se permitieron, ni se permiten flaquear, mujeres cuyas identidades desconocemos y dan la batalla diaria junto a un hombre o como cabezas de familia; desde empleos casi siempre mal remunerados; desde el periodismo, las aulas o el  volante de un taxi; desde un comedor escolar o de barrio.
Otras, haciendo frente al desprestigio que sufre la política han decidido tomar parte activa y militar dentro de los partidos,  - aceptando integrar ese "obligatorio" y también discriminatorio 33% que nos concede la ley- y ocupan sus bancas en el Congreso o en los Concejos Deliberantes. Lugares desde donde muchas de ellas luchan verdaderamente por los intereses de toda la comunidad.
En un país donde todavía existen desaparecidos, donde la Policía está sospechada; donde la impunidad lucha a brazo partido por reinar y  algunos jueces flaquean ante los emisarios del poder; donde muchos políticos olvidan su verdadera misión y gobernantes soberbios intentan perpetuarse en el poder y someternos a su voluntad, hay una legión de mujeres que como seres humanos libres enriquecen y mejoran sus vidas y las de quienes las rodean, sin aceptar vivir historias impuestas.

 MartaArabia

Ana María Di Lonardo, Una científica argentina de hoy



Los 20 mil dólares del Premio a los Derechos Humanos que ganó, apenas le alcanzaron para comprar algunos elementos necesarios para su trabajo de investigación.
Se llama Ana María Di Lonardo y es médica.

Cuando alguien le pregunta si sabe cuantos niños, hijos de madres desaparecidas, fueron devueltos a sus familias biológicas, gracias a su trabajo y el de su equipo, la Dra. Ana María Di Lonardo contesta que nunca se puso a pensar en eso.
Tiene algo más de sesenta años(no lo oculta) y absolutamente claros sus objetivos de vida. Es una de las médicas que más conoce sobre Genética y Derechos Humanos en la República Argentina, es Jefe del Servicio de Inmulogía del Hospital Durand de la Capital Federal desde 1980 y del Banco Nacional de Datos Genéticos para Filiación y Transplantes.
En 1984 la Conadep (Comisión Nacional para la Desaparición de Personas)dispuso la creación de un Banco de Datos Genéticos donde se registrase la información relacionada con el tema de la restitución a sus familias biológicas de los niños nacidos en cautiverio durante la última dictadura en Argentina.
Las Abuelas de Plaza de Mayo viajaron a Estados Unidos con el objeto de informarse sobre cual sería el mejor lugar para la fundación del centro. Por sugerencia del Subdirector del Banco de Sangre de Nueva York, Pablo Rubinstein, gestionaron y obtuvieron de las autoridades argentinas, la creación del mismo en el Servicio que dirigía la Dra. Di Lonardo.
Su trabajo fue reconocido en 1990 por la República de Francia, que le otorgó el Premio a los Derechos Humanos, para el que fue nominada por Danielle Mitterrand quien se ha ocupado personalmente de ayudarla. En 1985, le hizo llegar la primera computadora con que contó el servicio. También envió un freezer; consevadores de nitrógeno líquido, reactivos etc,todos elementos imprescindibles, para el desarrollo de la investigación. En 1988 llegó a los oídos de la Sra. Mitterrand, que esa computadora estaba inutilizada y le envió una nueva.
Al obtener el premio mencionado la Dra. Di Lonardo, ganó la suma de 20 mil dólares ,que utilizó -según sus propias palabras- "para comprar los aparatos mínimos indispensables a fin de comenzar a trabajar en la investigación de ADN".
No es afecta a recibir elogios ni a otorgar entrevistas para promocionarse, pero sí las acepta, cuando pueden constituir una promoción para su trabajo y su equipo.
MartaArabia
Publicado en “ El Argentino" Miramar. Buenos Aires 21-2-97